micros Mimosa



1  Sabiduría femenina

En el patio de nuestra manzana mi madre cultivaba su farmacia. Allí ronroneaban los viejos gatos despanzurrados al sol mientras me iba enseñando el nombre de las plantas con un libro que me hacía leer al contemplarlas, el Dioscórides se llamaba. Yo leía, pero me costaba mucho entender aquel antiguo lenguaje. Así que ella me las mostraba y me narraba sus mágicas propiedades. Allí, entre sus macetas, me parecía una hechicera y una maga. Con sus plantas me preparaba tisanas para el resfriado, o para la tos, o para cuando mis miembros estaban débiles. De ella aprendí todas esas palabras de nombres tan extraños y que ahora, tras el paso de los años, me son tan familiares y queridas: la salvia, el diente de león, el tomillo, el cantueso, el espliego, la manzanilla y el romero.
Saberes y tradiciones que a mi vez he ido cultivando y transmitiendo a mis hijas.

2  Recuerdos de infancia
Nos leía en el patio, bajo las mimosas y   junto a  las macetas de tulipanes que ella había sembrado.  Los cuidaba con mimo y casi con la misma dedicación que nos otorgaba a nosotras. Miraba las flores y parecía que sus ojos se alegraban, y se volvían dos arruguitas que reflejaban sus colores. Siempre nos sonreía. Se ausentaba a ratos, dejando escapar algún suspiro, mientras abandonaba un momento el libro en su regazo. Nosotras,  pequeñas y sentadas a su alrededor  pensábamos que las páginas le traían recuerdos y que estos se agolpaban por salir de su memoria. Mirábamos el cuadrado del cielo que se alzaba sobre las casas y no le concedíamos descanso, nos tenía pendientes de la emoción del relato.
-¡Abuela! –síguenos contando. Y con otro suspiro retomaba la lectura donde la había dejado.


3   Voyeur

Te contemplo mientras me esperas, sentada en la terraza del patio del hotel, que ya hemos convertido en nuestra. Es el ritual de cada viernes cuando empieza a caer la tarde. O mejor tendría que decir que “te espío” agazapado entre los árboles. Me gusta imaginarte en el jardín del edén, y pensar que eres una antigua diosa. Me gusta ver cómo la brisa revolotea tu pelo jugando con los reflejos de los últimos rayos de sol. Me gusta mirarte cuando no te das cuenta y sorprenderte, y abrazarte cuando menos te lo esperas, sobresaltándote con mi llegada.

4  Y tú me colocas y estoy a tu lado

Siempre  en tu rincón favorito, en la  mesa escondida del jardín Mimosa donde te gusta acomodarte. Ya me habían hablado de ti. Te encanta sentir los perfumes mediterráneos, mientras saboreas tu aperitivo. Hoy de nuevo escondido tras tus gafas y los libros que te acompañan invariablemente.
Yo no me atrevo, a pesar de que cada tarde nos contemplas. Presiento que no es una casualidad. Aunque mi vida sea tan efímera, me alegra tenerte tan cerca unos instantes. Llevo mis mejores galas. Extiendes tu mano y me sitúas en mejor posición. Sin apenas sentirte, mi savia renace solo para ti. Y me siento esplendorosa. Y tú me colocas, y estoy a tu  lado.


5  Ingeniería etérea

Me asomo a la galería interior y el patio es un gran mapa del mundo. Mis ojos viajan por él.  Y estoy en el Tíbet viendo como vuelan los deseos de colores de sus habitantes, las banderas de plegarias, que colgadas de lo más alto se lleva el viento purificándose entre las cumbres del Himalaya. Y más allá, los barriletes de colorines de Guatemala, los niños corriendo y elevándolos al cielo de sus antepasados para que no se sientan solos el día de difuntos, su día de fiesta en los cementerios.
Enfrente las velas blancas de las embarcaciones que hinchadas por la brisa surcan océanos y mares.
Las ropas tendidas de mis vecinos representan sus anhelos por recoger pedazos de sol y cielo que guardarán celosamente en sus armarios.

6    Tanta vida

Llevo muchos años  observándolos a todos. Hombres y mujeres, niños y ancianos, que van y vienen, que viven y mueren, y que son mis vecinos, los que viven a mi alrededor. He presenciado bodas y banquetes; separaciones y encuentros; duelos y funerales.
A pesar de tantas reformas urbanas, aquí sigo. Unos me aprecian más y salen a hacerme compañía a las tardes, cuando el sol se retira y la brisa se deja sentir. Pero todos se alegran de la luminosidad que les proporciono.
Sigo siendo el corazón de la manzana, como el Ensanche lo es de la ciudad. Aunque no posea bellos jardines ya que mi barrio es modesto, he oído que algunos de los míos han recuperado su idea original y que en su interior poseen bellos jardines.

7   Amanecer

Me gusta asomarme al patio a primera hora de la mañana. Me sacudo el sueño de entre las sábanas y salgo. Constituye mi cotidiano ritual. Es justo ese momento en que el día va venciendo a las sombras y la quietud invita a desperezarse como lo hacen los pájaros, con una estudiada algarabía.
Con mi taza de café con leche en la mano veo cómo alguna ventana iluminada de las casas de mis vecinos me acompaña. Es verano y miro hacia el cielo para saber qué día hará. El estruendo de los pájaros, poco a poco se apodera del ambiente, como cualquier otro ruido más. Abandonan las ramas de los árboles y se lanzan a beber en el pequeño estanque central. Es la hora del despertar. Un momento mágico, irrepetible. Ahora sí que para mí se inicia el nuevo día, que no sé aún qué me deparará.


8   Cuchicheos

-¿Los has visto?
-Sí, cada tarde a la misma hora y siempre cogidos de la mano.
-¡Claro! Son tan jóvenes. Sus ojos brillan al atardecer.
-Se susurran al oído, como si temiesen que alguien pudiese oír sus secretos.
-Me encanta observarlos. Te hace pensar que la bondad de su género aún existe.
-¡Volemos! ¡Es hora de recogerse!

Una leve sacudida balanceó la rama del árbol Mimosa donde se posaban.

9   Luces de fiesta

Banderitas y bombillas de colores se extendían por el patio entre los árboles. Las ventanas de las casas lucían todas abiertas. El quiosco de la bebida y los helados no descansaban ni un instante. Los niños corrían alborotados, los vecinos, bien mudados, iban ocupando sus sillas en pequeños corros, charlando y mirando hacia el frente, donde se había instalado el escenario, hecho a base de tablones alzados y atados entre ellos con gruesas cuerdas. Las pruebas de sonido empezaban. Uno, dos, uno, dos…
Los músicos iban apareciendo con los primeros acordes de sus instrumentos. Y finalmente, la vocalista, entre los brillos de las rabiosas lentejuelas de su vestido. Un caluroso aplauso de pequeños y mayores la recibía. Y se iniciaba el baile en el patio.
Fiestas de Agosto en el barrio, pasodobles, y éxitos de verano, primeros amores, sueños e ilusiones.

10  Mujeres de luto
Se sentaban todas juntas, bajo la fresca sombra del árbol del patio vecinal, con sus labores, charlando y remendando sueños del pasado: Zulema, la curandera, practicaba la homeopatía, la que más sabía de tisanas y bebedizos; María, que había trabajado en el campo; Aurora, comadrona; y mi tía Lucía, maestra republicana, represaliada en años posteriores.
A mí me gustaba mirar las manos de aquellas mujeres enlutadas, marcadas de arrugas como surcos torcidos en la tierra trabajada, huellas imborrables del paso de los años y de una vida dura. Eran tiempos difíciles. Explicaban sus recuerdos del pasado como si hubieran sucedido anteayer. Las escuchaba y me sobrecogía al verlas a todas solas; viejas y fuertes a la vez, admiraba su entereza y sus silencios rotos por profundos suspiros. Como rotas habían sido sus vidas por la guerra civil.
11. Armonía

Hay determinados lugares que parece que te llaman, te sientes formando parte de ellos  desde el primer momento en que los descubres. Como si te hubieran estado esperando durante toda una vida. Te hacen sentir de otra manera y el tiempo no tiene una existencia real.  Como cuando contemplas extasiada una obra de arte. En el jardín Mimosa me ocurre eso, el aroma familiar de lavandas hace que me sienta en casa. Y me acomodo en una butaca y pido un té y observo a mi alrededor y todo me parece que está en su lugar, donde debe de estar. Me dejo llevar por ese lento transcurrir de un tranquilo retiro en el ajetreo de una bulliciosa ciudad. Donde el tiempo no viene marcado por las manecillas del reloj, sino por un ritmo interior, el mío, plácido, armónico y sereno en dicho lugar.