miércoles, 26 de agosto de 2015

La emperatriz aérea


Primero fue una suave brisa, que la hizo sentir feliz, liviana y evanescente. Ligera como una pluma que el viento empujaba hasta tocar las nubes. Podía volar pero no era ave. No había pájaros tan arriba. El día que descubrió que por fin le habían crecido pequeñas alas en la espalda, todo cobró sentido y  nunca más quiso descender de las cumbres. Ya no necesitaba soñar.

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