domingo, 18 de agosto de 2013

GALLINA VAA!!!!!!!


Soy la encargada de dar de comer a las gallinas de mis amigos que andan de viaje por el mundo; ellos, ya que las susodichas solo viajan por el huerto. Nunca pensé cuando gustosamente me ofrecí, que semejante tarea engendraría tan alto riesgo. En cuanto entro en el corral les echo -para que se entretengan y vayan picoteando- los desperdicios que les llevo, ya que son unas grandes recicladoras, y todo les gusta, que eso sí lo tienen. Pero ellas hacen caso omiso de mis buenas intenciones y huyen despavoridas a la casita que tienen con sus cestos y sus palos para colocarse, es decir, a lo que sería el estricto gallinero-dormitorio. Allí se encuentran los sacos de pienso, la tolva que yo debo rellenar y otros útiles cuyo nombre desconozco. Y ahí empiezan mis infortunios. Excuso decir que el lugar es muy pequeño y que a ellas les encanta estar allí arriba arracimadas en sus diferentes estanterías. Pues bien, a la que intento asomarme para estirar el brazo hasta los ponederos, ellas salen volando como proyectiles hacia la salida, que es mi entrada, por encima de mi cabeza, muertas de miedo. ¡Tontas más que tontas! -les grito yo que también estoy muerta del susto y no controlo si las gallinas lo olfatean y van a venir tooodas juntas a picarme.  Y salgo de allí con los pelos de punta y sucios por algunos de sus excrementos voladores. Y cada día la misma canción. No aprendemos.

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