martes, 18 de septiembre de 2012

Una buena cocinera




Siempre me ha gustado entretenerme en roer los huesecillos del plato, pero lo que hoy tenía entre manos no me dejaba tiempo  para solaz disfrute de mis sentidos.  Empecé por la carne prieta de tus muslos asados, jugosos y tiernos, no los quise compartir con nadie. El resto lo congelé para pasar el invierno cerca de ti e ir comiéndote poco a poco. Alma no encontré, su espacio estaba vacío, tampoco hubiera sabido cómo cocinarla; así que dispuse tu corazón traicionero en un recipiente aparte, y lo guisé a fuego lento y suave, como querría que te hubieras comportado conmigo, amoroso y blandito. Le di un toque final de hierbas aromáticas del jardín, para perfumarte en mi recuerdo y que el desamor y la infelicidad se evaporaran y no dejaran un regusto amargo en mi cocina luminosa y tranquila.

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