jueves, 1 de diciembre de 2011

Navidad en Deià



Mi amiga Francisca era una persona sencilla y bondadosa, además de una excelente maestra, pedagoga y cocinera. Su peculiar mezcla de aborigen isleña -fue la última habitante de la isla de Cabrera- y neoyorkina de adopción, puesto que había vivido muchos años en dicha ciudad,  hacía de ella una adelantada a su época. 
Como gran defensora de la no violencia y pacifista convencida, imprimía a todo su quehacer diario una pátina que nos encandilaba y sorprendía. Su gran afición era la naturaleza y siempre andaba de paseo por las montañas, durmiendo bajo las estrellas las noches de verano. Ella me enseñó, entre tantas otras cosas, a querer esta tierra y sus paisajes. Me adoptó como hija cuando llegué a la isla y para mí siempre fue más que una gran amiga, confidente y compañera.
En su casa de Deià se reunían a cenar en Nochebuena, a parte de toda su familia,  algunas de las personas que se encontraran solas en esas fechas y que ella, por supuesto, conociera. Siempre me sorprendía ver cómo individuos tan diferentes y que tan poco tenían en común como una maestra, un pintor, un carpintero, un poeta o un campesino pudieran encajar como las piezas de un puzle, departiendo en un festejo inolvidable alrededor de una buena mesa. Los dulces tradicionales que ella misma preparaba y los platos novedosos con que siempre nos agasajaba constituían un auténtico regalo para nuestros paladares y contribuían a que todos nos sintiéramos en familia, aunque nuestras procedencias fueran tan dispares y lejanas.  Las lenguas que se hablaban y superponían –inglés, mallorquín y castellano–,  así como los temas de charla comunes -libros, política, cultivo de la tierra o cualquier otra intrascendencia- ofrecían un amplio abanico de posibilidades para que nadie se sintiera marginado y para que siempre, siempre, fueran unas veladas muy originales y animadas.

Sin duda con ella murió lo que para mí era la bonhomía y la magia de la navidad: el deseo de compartir con los demás lo mejor de nosotros mismos.



3 comentarios:

  1. Cada vez,cada día era Navidad en casa de Francisca y su libro es el mejor regalo que nos ha dejado.Hemos de escribir más sobre ella y la magia de su forma de vivir y su casa puertas abiertas , que era como quien abre un gran corazón y allí cabíamos todos y todos nos sentimos queridos por igual y a todos nos hacía sentirnos importantes.Esa generosidad era única, sólo ella sabía hacerlo, aunque algo se nos ha pegado¿no? Besos matineros.

    ResponderEliminar
  2. No tengo ninguna foto de ella para escanearla y ponerla, a ver si tú tienes alguna. Besos.

    ResponderEliminar
  3. Tener las tengo, ahora falta encontrarlas.Ya lo miro.

    ResponderEliminar